lunes, 30 de marzo de 2015

Huir de la Semana Santa.

Por lo que se ve, vivo en el barrio de Sevilla, de donde salen mas cofradías, exceptuando a Triana.
El viernes, justo en la plaza de al lado, salía "el Santísimo Cristo de la Humillación".  (¿hola?)
Mi fin de semana de descanso empezaba cofrade del todo... Desde el Viernes de Dolores.
Sin poder evitarlo, una encerrona de amigos, hizo que no pudiera librarme de estar allí en su salida.
Para mi sorpresa, la pequeña albondiguilla disfruto de la música y el ambiente festivo. Aunque a mi no me hace ni pizca de gracia.
Tambores, cornetas, ese horrible olor a incienso y mucha mucha devoción (ironía modo On).
En cada descanso de la banda, ella alzaba las manos y gritaba " bieeen".
Yo hay dos cosas que no soportaría, que me salga reguetonera o capillita y serán mis amigos los que tendrán que llevarla a recorrer las calles de Sevilla a ver esas procesiones, ¡Por tenderme la trampa! 
El sábado, ya sabéis que es de estar liada, pero el Domingo de Ramos, no me gusta andar por Sevilla, así que, carretera y manta, destino a la playa.
Matalascañas, playa Sevillana por excelencia...
Tortilla, bocatas y refrescos y a disfrutar de su primer día de playa desde que empezó a andar.

Caminar por la arena es difícil, pues imaginad para alguien que no controla aun bien su equilibrio.
Empezó pasando más tiempo sentada que en pie. Caída de culo, tras caída. Se reía. Estaba disfrutando de caídas sin dolor.
Todo era nuevo, la arena, el tacto en los pies, en las manos, ¿el sabor? también lo probó...

Llegó el momento de ir a la orilla.
Me preguntaba cómo reaccionaría. ¿Le daría miedo?
Empezó por la llegada de la ola, agua fría y los pies hundidos en la arena mojada.
¡Le encantaba! Quería entrar más. Le llegaba el agua a la cintura y quería más, pero el agua, estaba helada.
Me di cuenta que era hora de salir de allí cuando dejé de sentirme los pies, pero ella quería más y cuando la agarré de la mano para salir; ¡Me mordía! no quería salir. Se negaba y corría de nuevo a las olas.
Llegamos a la sombrilla y salía a correr otra vez para la orilla... hasta que el cubo y la pala, hicieron que se olvidara del agua.
Una buena pala llena de arena a la boca. Un escarabajo que su papá puso en su mano, una concha... todo eran descubrimientos. Todo le sorprendía.
Derrotada. Así llegó al coche.
0,2 segundos fue lo que tardó la pequeña albondiguilla en sucumbir al más dulces de los sueños.

Que cara... que cuerpo... que pose...

Enamorada, así me siento casa vez que pasa algo nuevo en su vida.





P.D.: a los que nos dicen que por no ser creyentes, no tenemos derecho a tener vacaciones de Semana Santa: 

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